sábado, 24 de abril de 2010

Ultima jornada: De Fisterra a la mariscada de Muxía (34 km)

Cinco años después de iniciar el periplo,bien es cierto que uno por medio se dedicó al camino aragonés, el grupo se levantó (una vez más sin prisas, por supuesto) para la etapa final. La foto de salida la hicimos en el muelle, delante del Monumento al Emigrante.
 Hubo sus más y sus menos ya que el sector menos ideologizado (vamos a llamarlo así) gestionó como ya sabéis el transporte de mochilas en coche, pero no estoy autorizado a dar datos concretos ya que es una cuestión interna.(Lo que sí consta es que las Mujeres por un Camino Fácil consiguieron una adhesión masculina que dará mucho que hablar en futuras ediciones y que viene a evidenciar , según Ana, que el sentido común - o sentidiño - va calando en la concurrencia). Por lo demás, el día amaneció de esta guisa, por lo que, como así sucedió, podía pasar de todo.
Lo que no puedo por menos de recoger es que algunos/as de los escaqueados pronto se arrepentirían de su impulsiva decisión, como se sabrá más adelante .
Antes de abandonar Fisterra, pueblo bastante castigado por el urbanismo especulador, aunque todavía goza de un cierto aire marinero, desayunamos cómodamente en la terraza cubierta de un bar de la plaza. La atendían dos señores de cierta edad que se desvivieron por atendernos y no es fácil de golpe y porrazo gestionar zumos naturales y tostadas para trece además de la clientela habitual, teniendo en cuenta que Pepe y Paco, rememorando viejos tiempos, desayunaron café con leche condensada en el albergue, calentado en un hornillo portátil que el primero acarreó. En el debe, señalar que desde allí se divisaba una gigantesca lonja que quizás no pueda estar estar en otro sitio, lo que es una lástima, aunque haya  sido renombrada en tratados de arquitectura. Uno de los camareros nos hizo la foto de rigor en el monumento existente en la plaza. Como el día anterior, atravesamos la playa Langosteira.
Al poco de empezar a caminar, esta criaturita de gran cabezota nos dió los buenos días.
Lejos de Santiago, de las rutas masivas de peregrinos, la señalización no es el fuerte de estas etapas marineras.La primera parte del día fue algo grisácea, pero no llovió hasta más tarde. El paisaje, una gozada.
Tuvimos problemas para salir, pese a que nos lo explicaron, aunque al final nos orientamos todos salvo Pepe, con Ángel, que siguieron a su bola.
Casualidades del destino, unas horas después paramos en un bar que no estaba exactamente en el camino y allí  habían parado.
El lugar quedará en nuestra memoria como el sitio donde nos tomamos un suculento bocata de tortilla francesa DE TRES HUEVOS, pero éramos tantos que les agotamos el pan.
La anécdota del día fue el cruce de un río que Álvaro y Beni, los únicos que habían hecho la etapa, daban por supuesto que estaría tan crecido que no permitiría utilizar las piedras de paso. 
Dicho y hecho. Al llegar allí comprobamos que había que remargarse los pantalones o simplemente quitárselos. Cada uno eligió lo que mejor le pareció y empezamos la travesía de un pequeño Amazonas cuyas aguas estaban bastante frías.
Hubo que hacerlo con cuidado ya que las piedras estaban algo resbaladizas y una caída hubiera sido un tanto peligroso. Alfonso fue en cabeza y al llegar, pero aún dentro del agua, fue ayudando a solventar el último metro ya que la piedra estaba movida. En esa faena hubo un momento gracioso cuando Juanma apremió a Ogadenia para que apurara, lo que ella interpretó como que se le estaba chillando. 
Su respuesta, en genuino dialecto canario (chiquillo, que mestás estressando....) provocó risas generalizadas. Ana, para variar, estuvo a punto de perder una bota, lo que también habría sido de Guinness.
En esta operación incorporamos a nuestro ya numeroso grupo una mascota, a la que bautizamos como Arturo. Se trataba de un perro que acompañó desde Muxía a una pareja que hacía el recorrido contrario, por tanto unos quince kilómetros. Con nosotros la operación se repitió al revés: hizo de escolta eficaz y al llegar al pueblo desapareció sin que nos enteráramos.
Superada la prueba tuvimos que secarnos para continuar, momento en el que hizo su aparición la lluvia, que sería nuestra compañera hasta el mismo Muxía. Llovió con fuerza, lo que viene a significar que pese a los plásticos nos mojamos bastante.
Pero la sorpresa saltó cuando algunos  (repito, y algunas) se dieron cuenta que con la mochila también habían dejado sus prendas de lluvia. Claro, al salir de Fisterra estaba claro y no imaginaron la que se avecinaba. 
Bueno, fue cuestiòn de apañarse y los mochileros demostraron que además de cumplir el primer mandamiento (“irás con la mochila allá donde fueres”, aunque la versión es libre) tienen buen corazón. Gracias a ello la cosa no fue a mayores. A primera hora de la tarde llegamos a Muxía y al llegar a esta playa empezó a despejar y fuimos secándonos poco a poco. Fue como si nos diera la bienvenida.
Entramos en el pueblo todos juntos, en bloque, rememorando la situación del año anterior en Puente la Reina. 
Si a alguien se le pasó por la cabeza acelerar para llegar primero o bien cambió de idea o no tuvo fuerzas para semejante hazaña.

Una vez en Muxía decidimos dirigirnos al santuario de la Virxe da Barca, famoso por su piedra de abalar. Fueron otro par de kilómetros en cada dirección, lo que alargó una etapa de 30 kilómetros
Allí nos fotografíamos con el mar de fondo, meditamos un poco en el templo y sellamos por última vez nuestra creedencial.
Alguno creyó que era la ocasión de pasar bajo la piedra, pero cumplieron la tradición de manera un tanto exigua y solo lo hicieron una vez, no sin cierto esfuerzo.
Una vez en el hotel la banda de intrépidos/a decidió bañarse de nuevo y el resto emplearon el tiempo en sus abluciones y descanso, además del encuentro con Marien, Santi y Manolo (los porteadores de mochilas) que llevaban ya un buen rato en el hotel, y después apareció Quique. Teníamos reservadas habitaciones y una cena a las nueve de la noche con precio cerrado que incluía percebes, que fue lo mejor, pescado y algunas viandas más.

Bueno, quizás lo mejor de todo fue el ambiente, al que se añadieron Nacho e Isabel, que hicieron el viaje desde Oviedo para cenar con nosotros. El rato fue muy agradable, nos reímos de lo lindo y Jaime, que cumplía años al día siguiente, se dio cuenta de que sus compañeros no se habían olvidado de la fecha, tarta incluida.

Emocionado, trató de dar las gracias, pero ya estábamos en los postres y no era tarea fácil hilvanar un discurso en nosequé idioma. Juanma trató de facilitarle la tarea haciendo una macarrónica traducción simultánea al francés, lo que elevó el nivel de hilaridad.
En fin, a partir de aquí , después de no pocos cánticos, una mayoría a descansar, otros pocos que dieron un paseo en una agradable noche y los menos que incluso se fueron a tomar una copichuela. A la mañana siguiente desayuno y cada mochuelo a su olivo, como es tradición, pienso que todos muy contentos por esta maravillosa semana que nos dimos unos a otros.
La jornada también dejó estas curiosas instantáneas. Porota en versión casi ginecológica y Paco, en plan Morfeo.


¿2011?
En algunos momentos del camino se abordaron las opciones para el año próximo, con dos propuestas firmes: el camino primitivo de una tacada, doce días según Jaime, o una semanita de senderismo por La Palma que Víctor se comprometió a organizar. El asunto quedó en el aire y con seguridad no se abordará hasta el regreso de Japón, que ahora mismo centra nuestras preocupaciones organizativas. En aras del consenso, que pienso no faltará, supongo que se harán una tras otra en los dos años siguientes.


AGRADECIMIENTO Y ADIÓS

Quede constancia de que algunos de los peregrinos, no muchos, la verdad, han sido capaces de darle a la tecla de los comentarios, enriqueciendo un blog cuyo único objetivo es dejar un recuerdo para el futuro, pero cuya vocación interactiva se ve muy afectada por la escasez de opiniones. Espero y deseo que en el futuro haya más soltura en este campo.
¡UN FUERTE ABRAZO PARA TODOS, AMIGOS!

viernes, 23 de abril de 2010

De Cee y, por fin, el "Finis Terrae" (20kms)

La etapa más corta y la más marinera. Fuimos todo el día junto al mar o no muy lejos, y es un contacto que engancha. Después, ya en Fisterra, alargamos un poco los 13 raquíticos kilómetros de la ruta subiendo al faro y regresamos disfrutando del paisaje de lo que en tiempos era el fin de la tierra. 
Obviamente, resolvimos por la mañana y después nos regalamos una buena comida en un restaurante céntrico. Todos teníamos claro que era un paseo para preparar la etapa del día siguiente, la última, que de nuevo superaría los 30 kilómetros.
 En esta foto, vemos ya nuestro objetivo inmediato: el Faro de Fisterra.


Al llegar a Fisterra, en la playa, nos tomamos una caña en el conocido Tira do Cordel y después nos fuimos al albergue de Paz, donde habíamos reservado. 
Por teléfono el propietario se nos identificó como un peregrino  que nos conocía porque habíamos estado con él en Olveiroa, lo que nos sorprendió a todos. Es una instalación que tiene unos pocos años y podemos calificarla de discreta, aunque limpia. Tanto, que nos metimos casi todos en la habitación de la planta baja, donde a presión había colocado seis literas, o sea, doce plazas. 
Abigarrados es poco decir de nuestra situación, pero una vez más nos dieron sábanas, con lo que el saco quedó sin estrenar. Las más listas fueron tres de las chicas que voluntariamente se subieron a la planta superior. Ya veréis por qué unas líneas más adelante.
Gran parte de la jornada Pepe la vivió a su bola, esto es, solo. Se escapó al poco de salir, llegó el primero a Fisterra, bajaba del faro cuando nosotros subíamos, y se fue a comer con Ogadenia y Ángel antes de nuestro regreso. Eso sí, nosotros imitamos su buen gusto, faltaría más, y nos deleitamos con las cigalas por las que se había decantado, aunque resultaron mejorables. Pero los chipirones estaban de cine.
Sin embargo, su verdadera actuación fue por la noche. No quiso quedarse a la velada del albergue, donde cenamos sobre todo fruta y yogures que compramos en un súper, y se fue a conocer la noche de Fisterra. Ya un poco tarde, tras una llamada, Jaime fue a buscarlo y ambos volvieron sobre la una, y todo hace indicar que Pepe un poco perjudicado. En esta situación no se le ocurrió otra cosa que entrar despertando a todo el mundo y enfocar a los ojos de los durmientes uno por uno con una linterna. Pese a la tolerancia habitual, hubo quien se enfadó de manera contundente, y las quejas se reprodujeron al levantarnos al día siguiente, pero no parece que al disidente le causaran el más mínimo efecto. Ahora se ve por qué las tres que durmieron en la planta de arriba hicieron tan buena elección.
Después de comer,estos tres lobos de mar y unos cuantos intrépidos se dieron un baño en la playa, donde Paco y Ángel demostraron sus dotes para la pesca capturando dos pulpos que al momento devolvieron al mar.
En el albergue quizás lo más problemático fue aturar a la alberguera, una empleada un tanto rígida. No le debió gustar la cena que nos montamos por la noche.
Se puso un poco borde en algunos detalles, pero realmente lo bordó al día siguiente, cuando Manolo y Marien se acercaron a recoger las mochilas camino de Muxía y les pidió la tarjeta por si otros peregrinos reclamaban sus servicios (lo que quiere decir que hubo quien la hizo sin mochila, por supuesto). La cosa llegó a tal extremo que Manolo hasta se pensó cambiar de ocupación.
Al mediodía tuvimos un momento mágico en el faro de Fisterra. En la siguiente foto, estamos los cuatro que completamos todo el recorrido. Bueno, alguno un poquito más que otros por aquello del Gamonal.
La jornada soleada, haber llegado al extremo de la península y la satisfacción de estar allí tan relajados y felices nos provocó un cierto subidón que creo recogen algunas fotografías. 
El cementerio de Portela es una visión obligada camino del faro.


Las opiniones sobre esta obra fueron dispares en el grupo, pero la mayoría no precisamente positivas. Eso sí, por sentido común y para no generar más desechos, teníamos claro que no íbamos a quemar prenda alguna, aunque hay quien ve las cosas de otro modo.

A estas alturas del camino, algunos piés estaban un poco perjudicados, aunque el titular de los que aparecen en la foto aguantó estoico como un jabato. A que sí, Paquito?.

jueves, 22 de abril de 2010

Olveiroa-Cee (21 kms): Cuando el peregrino se encuentra con el mar

Fue sin duda una etapa de transición, un día relajado tras la paliza del día anterior. En esta línea, nada tuvo de particular salir , después de un parsimonioso desayuno, a las diez de la mañana, si, ¡nada menos que a las diez!, hora a la que muchos peregrinos han recorrido ya un montón de kilómetros. Al lado de la pensión había un magnífico hórreo y lo utilizamos de marco para la fotografía de salida.
Es el primer día que gozamos de la compañía de Pepe, quien sin duda venía descansado, al menos en lo que a caminar se refiere. Fiel a costumbres de los viejos tiempos, buscó la compañía de Porota y ambos se embalaron hasta el final.

Los demás seguimos el ritmo habitual, esto es, dejando la competición de lado y disfrutando del paseo, de la conversación y por supuesto del grupo y la convivencia. De la etapa nos llamó la  atención la profusión de hórreos (al parecer Dumbría es el lugar de Galicia con mayor concentración) y la belleza y magnitud de algunos.

También hicimos un descanso en la ermita de Nuestra Señora de As Neves, que exhibe en su exterior una colección de exvotos de peregrinos que van dejando su huella en sitios como éste.

Allí le hicimos a Susanita esta simpática foto.
También paramos en un cruceiro, en el que dejamos algunas piedras, cumpliendo los ritos peregrinos.

Mucho menos nos atrajo una industria claramente contaminante por cuya vera tuvimos que pasar,
aunque poco después, a unos cuatro kilómetros del final, vimos por primera vez el mar, sin duda un momento mágico para los peregrinos que llegan del interior. 

Han pasado cinco años desde que salimos de San Jean y se nos hizo extraño andar el Camino junto al litoral, una sensación que nos acompañó hasta Muxía. En un descanso, pillamos a Irache, descansando junto a las mochilas.
Y a Ogadenia estirándose toda ella.



Como la etapa era corta sobre las 14,30 estábamos ya en el hotel Insua con la excepción de los canarios. La bajada hacia Cee, aunque con una fuerte pendiente, nos brindó un paisaje maravilloso.

Al llegar al pueblo los canarios se confundieron, pese al GPS y una llamada suya a Paco, y engordaron la etapa con cuatro kilómetros suplementarios. A esa hora hacía calor y llegaron al hotel mucho más desfondados que los demás. El personal del Insua nos sorprendió por su amabilidad, tanto en recepción como en el comedor; aparte de dar facilidades tenían ganas de hablar y de facilitar las cosas, detalle que no nos pasó desapercibido. Pudimos lavar la ropa sin problemas. y, para repartirla, montamos una especie de mercadillo en nuestra habitación. Sentado en la terraza del hotel, adonde había llegado mucho antes que los demás, Pepe nos recibió con exabruptos llamándonos  a gritos excursionistas.Serán cousas da responsabilidade da S.X....

Al marchar al día siguiente la camarera se sorprendió de que fueramos peregrinos y se nos viera tan enteros: “Hace días estuvo otro grupo, que eran de una secta, y se le veía muy perjudicados…”. Lo dicho, amabilidad a tope.
Al filo de las cuatro de la tarde comimos todos un menú que incluyó bertorella, un peixe que muchos no conocíamos y que pinta bien, del estilo de la merluza. 
Por la tarde, nos dedicamos al descanso, con paseo por Cee y Corcubión, pueblos unidos, pero el segundo de mayor interés.
Allí metimos los pies en agua para relajarlos. 
Dimos una vuelta reposada e intentamos cenar a base de tapas en cualquiera de ambos. Intento fallido. Al final, en una terraza de Cee, junto a la iglesia, en una plaza en la que luce horrorosa la casa consistorial más fea nunca vista, nos instalamos para tomarnos unos bocatas calientes, especialidad (única) de la casa, regida por un amable profesional. Previamente hemos tanteado un par de locales de tapas con mejor aspecto, pero a sus encargados la llegada de quince clientes más que interés les provocaba dentera. Por tanto, optamos por esta posibilidad única y resolvimos así la cena.
Antes de irnos a la cama, Juanma dejó patente, su "friki" querencia por los conos de señalizacion....y es que hay gente "pa tó".