miércoles, 21 de abril de 2010

De Logrosa a Olveiroa, la etapa reina (37 km.)

Abandonamos Logrosa un poco antes de lo habitual tras desayunar en un estupendo comedor de piedra de la casa rural.
                 
A las 8.45 estábamos en marcha, fieles a nuestra cada vez más firme convicción de “peregrinos si, pero sin exagerar”. El día que se avecinaba tal vez hubiera exigido iniciarlo antes, pero de eso nos daríamos cuenta más tarde.
                
Sobre todo en el tramo final, cuando extenuados como estábamos, el sol contribuyó a agotarnos más todavía. Con todo, el paisaje,  totalmente rural fuera ya de la periferia de Santiago, resultó extraordinario.
                              

En esto de las etapas también empezamos a acostumbrarnos a las sorpresas sobre su trazado. La de hoy iba a ser llana en general, pero de entrada subimos un montón de subidas y bajadas en plan   "rompepiernas".
 Por eso a las once hicimos ya una de esas paradas épicas de la semana. El primer día la tuvimos con el recordado bocata de tortilla con huevos de "gallina feliz", en afortunada expresión de Porota. Esta vez paramos en un bar sin mayores pretensión y la encargada nos deleitó con pan tostado con jamón y untado de tomate que nos reconfortó. A la salida, llovía paseniñamente pero sin pausa y tuvimos que sacar a relucir por primera vez nuestros equipos impermeables.
Como contrapartida al cansancio, la etapa fue visualmente de lo más atractiva, con un paisaje que a más de uno nos recordó la zona de Triacastela por aquello de los verdísimos prados,las vacas, y la presencia de paisanos dando vida a un atractivo mundo rural… al menos para los paseantes.

También sorteamos algún riachuelo y desde un alto divisamos un pantano enorme de cuyo nombre no me acuerdo, por lo el lector que tenga mejor memoria que yo puede aportarlo en un comentario.

En todo momento la temperatura fue alta, por lo que sudamos bastante, y a unos kilómetros del final apareció el sol, sin duda lo menos deseable. Cansados y con un sol radiante el agobio fue general. 

El pelotón se estiró y , casi al límite de nuestras fuerzas, ya cerca del final, tuvimos un bajón enorme al  comprobar por un cartel que todavía faltaba 1 kilómetro para el albergue de Olveiroa. una vez  allí todos coincidimos: "Cien metros más y no soy capaz de llegar". Y es que a esas alturas, las piernas y los pies hacía rato que llevaban el piloto automático...

El lugar de parada era un pueblo pequeño y en el albergue solo había once plazas libres, aunque la verdad es que no nos habíamos encontrado a nadie en el camino, tal vez porque todos salen antes que nosotros. Casi nos alegramos (¡otro día sin estrenar el saco de dormir!), especialmente cuando vimos que había una especie de pensión, As Pias, que tenía otra casa con habitaciones no muy alejada. 
Nos distribuimos como pudimos en rooms de todos los pelajes, incluída una curiosa de cuatro camitas a la que fueron los singles varones; creo que no tenían sitio libre ni para los ronquidos. Por no tener, el pobre Paco, que cuando se hizo la foto decía que estaba "helado", no tenía ni sábana de arriba.

El no uso del albergue (sobre todo teniendo en cuenta lo cansados que estábamos) fue bien aceptado, pero una persona tan poco sospechosa de talibanismo como María José llegó a poner en alta   voz su pensamiento de que “quizás nos estábamos ablandando…”
             
 La tarde la pasamos en la terraza del bar-pensión, consumiendo caña tras caña, y fueron muchas. Charlamos con algún peregrino y uno de ellos lo volveríamos a ver dos días después en Fisterra en otro cometido que ya conoceréis. Negociamos con el dueño de la pensión un menú de doce euros con varias opciones que un éxito   completo.  

Sin duda fue la mejor comida en relación calidad/precio, con platos excelentes como el cocido, el estofado o una fideuá de aupa que todos disfrutamos. A las nueve apareció Pepe con Suso, su chófer, al que encomendó sus pantalones de alto cargo, dispuesto a vestirse de peregrino  e incorporarse con ganas a la marcha, pero esa noche no tuvimos mucho de qué hablar ni tampoco tiempo, carencia que supliríamos con creces en días sucesivos.

2 comentarios:

  1. Bueno,bueno, yo creo recordar que esa noche en Olveiroa algún gintonic sí que cayó..no hubo baile este año, pero sí copazo y alguna conversación que poro recordará.. Muchas cañas,también, yo batí mi propio record bebiendome tres de golpe al llegar..y qué buenas estaban!!
    Esa tarde al sol delante de la casa y la churrascada de Logrosa son de los mejores recuerdos que tengo, la verdad es que en comparación con otros años, nos estamos dando a la molicie de mala manera..pero qué gusto!!
    Un beso. irache.

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  2. Tras mis periplos al otro lado del Atlántico y al otro lado de la península y devaneos varios por el país vecino por el sur, me pongo a ver el blog y me encuentro con que ya está terminado. ¡Eso es eficiencia!

    El pantano del que hablas es el embalse de A Fervenza (es que para los de la tierra eso de pantano... ejem ejem)

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