viernes, 23 de abril de 2010

De Cee y, por fin, el "Finis Terrae" (20kms)

La etapa más corta y la más marinera. Fuimos todo el día junto al mar o no muy lejos, y es un contacto que engancha. Después, ya en Fisterra, alargamos un poco los 13 raquíticos kilómetros de la ruta subiendo al faro y regresamos disfrutando del paisaje de lo que en tiempos era el fin de la tierra. 
Obviamente, resolvimos por la mañana y después nos regalamos una buena comida en un restaurante céntrico. Todos teníamos claro que era un paseo para preparar la etapa del día siguiente, la última, que de nuevo superaría los 30 kilómetros.
 En esta foto, vemos ya nuestro objetivo inmediato: el Faro de Fisterra.


Al llegar a Fisterra, en la playa, nos tomamos una caña en el conocido Tira do Cordel y después nos fuimos al albergue de Paz, donde habíamos reservado. 
Por teléfono el propietario se nos identificó como un peregrino  que nos conocía porque habíamos estado con él en Olveiroa, lo que nos sorprendió a todos. Es una instalación que tiene unos pocos años y podemos calificarla de discreta, aunque limpia. Tanto, que nos metimos casi todos en la habitación de la planta baja, donde a presión había colocado seis literas, o sea, doce plazas. 
Abigarrados es poco decir de nuestra situación, pero una vez más nos dieron sábanas, con lo que el saco quedó sin estrenar. Las más listas fueron tres de las chicas que voluntariamente se subieron a la planta superior. Ya veréis por qué unas líneas más adelante.
Gran parte de la jornada Pepe la vivió a su bola, esto es, solo. Se escapó al poco de salir, llegó el primero a Fisterra, bajaba del faro cuando nosotros subíamos, y se fue a comer con Ogadenia y Ángel antes de nuestro regreso. Eso sí, nosotros imitamos su buen gusto, faltaría más, y nos deleitamos con las cigalas por las que se había decantado, aunque resultaron mejorables. Pero los chipirones estaban de cine.
Sin embargo, su verdadera actuación fue por la noche. No quiso quedarse a la velada del albergue, donde cenamos sobre todo fruta y yogures que compramos en un súper, y se fue a conocer la noche de Fisterra. Ya un poco tarde, tras una llamada, Jaime fue a buscarlo y ambos volvieron sobre la una, y todo hace indicar que Pepe un poco perjudicado. En esta situación no se le ocurrió otra cosa que entrar despertando a todo el mundo y enfocar a los ojos de los durmientes uno por uno con una linterna. Pese a la tolerancia habitual, hubo quien se enfadó de manera contundente, y las quejas se reprodujeron al levantarnos al día siguiente, pero no parece que al disidente le causaran el más mínimo efecto. Ahora se ve por qué las tres que durmieron en la planta de arriba hicieron tan buena elección.
Después de comer,estos tres lobos de mar y unos cuantos intrépidos se dieron un baño en la playa, donde Paco y Ángel demostraron sus dotes para la pesca capturando dos pulpos que al momento devolvieron al mar.
En el albergue quizás lo más problemático fue aturar a la alberguera, una empleada un tanto rígida. No le debió gustar la cena que nos montamos por la noche.
Se puso un poco borde en algunos detalles, pero realmente lo bordó al día siguiente, cuando Manolo y Marien se acercaron a recoger las mochilas camino de Muxía y les pidió la tarjeta por si otros peregrinos reclamaban sus servicios (lo que quiere decir que hubo quien la hizo sin mochila, por supuesto). La cosa llegó a tal extremo que Manolo hasta se pensó cambiar de ocupación.
Al mediodía tuvimos un momento mágico en el faro de Fisterra. En la siguiente foto, estamos los cuatro que completamos todo el recorrido. Bueno, alguno un poquito más que otros por aquello del Gamonal.
La jornada soleada, haber llegado al extremo de la península y la satisfacción de estar allí tan relajados y felices nos provocó un cierto subidón que creo recogen algunas fotografías. 
El cementerio de Portela es una visión obligada camino del faro.


Las opiniones sobre esta obra fueron dispares en el grupo, pero la mayoría no precisamente positivas. Eso sí, por sentido común y para no generar más desechos, teníamos claro que no íbamos a quemar prenda alguna, aunque hay quien ve las cosas de otro modo.

A estas alturas del camino, algunos piés estaban un poco perjudicados, aunque el titular de los que aparecen en la foto aguantó estoico como un jabato. A que sí, Paquito?.

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